Se emplea esta expresión cuando se quiere dar a entender que se llora sin verdadera pena, y que se hace la comedia de las lágrimas para obtener lo que se desea, como parece ser hace el cocodrilo para atraer a los animales y devorarlos.
El cocodrilo permanece inmóvil, medio sumergido en el agua, disimulado por la vegetación o por el barro. Sus ojos medio cerrados están húmedos, pero ello no es es un signo de sufrimiento.
Acecha a su presa, sobre la que puede lanzarse con una presteza inaudita.
Llorar sin fundamento, para lograr de los que nos rodean la indulgencia y obtener lo que deseamos, provoca más bien desconfianza que compasión.